miércoles, 19 de febrero de 2014

TÉCNICAS



Cuando se despertó, la ventana continuaba abierta, lo cual le daba la pauta de que todavía no había llegado su hora.
En el momento en el que los vidrios se cerraran y el espeso gas fluyera a través de los orificios de las paredes, ya no habría mucho qué hacer.
Pensaba en cómo había llegado hasta allí, en qué cosa tan terrible habría hecho, para estar encerrado con esas personas esperando su final.
Su apellido, sus rasgos, su pasaporte... ¡Ellos eran los culpables! ¡No él! No había persona menos interesada en su propia cultura que él. Durante años le escapó a la realidad, se escondió en un sin fin de lugares, ocultando lo inocultable, su sangre.
¿Qué había hecho mal? Nunca lo sabría.
Tanto él como las personas que lo acompañaban tenían la esperanza de que, conteniendo la respiración durante largos minutos y esperando que pasara el efecto del gas, iban a desmayarse y permanecer inconscientes hasta que los hubieran dado por muertos. De esa forma se salvarían.
Toda la noche practicó respirar a través de sus propias manos o del pelo del que tenía al lado para filtrar el gas, contó la mayor cantidad de minutos que podía aguantar sin inhalar... Mientras la ventana no se cerrara, tenía tiempo.
Pensó en su infancia, en su adolescencia... ¿En qué momento había empezado todo esto? ¿Qué lo convertía en alguien tan peligroso, tan sucio... acaso era tan importante como para que se preocuparan por rastrearlo, torturarlo y...?
La ventana se cerró, contuvo la respiración 2, 3, 4 minutos. Su corazón se aceleró al máximo.

Increíblemente efectivas, las técnicas alemanas.