miércoles, 19 de febrero de 2014

ENCERRADO



Despertó una mañana y estaba ahí. No podía recordar qué había pasado la noche anterior. Miró a su alrededor y no vio absolutamente nada. Ninguna pista, ningún indicio… ¿Qué hacía ahí? El lugar era demasiado chico para él; estaba incómodo. Por momentos, las paredes se movían y todo temblaba como en un terremoto.
No pasaba hambre ni frío; pero, a pesar de eso, estaba inquieto y aterrorizado. Después de mucho tiempo de estar en esa celda, le empezaba a costar respirar… su cuerpo se estaba transformando en algo extraño, desconocido; y esa transformación le dolía. Quizás estaba hechizado; por eso, su cuerpo se estaba poniendo así. ¿Sería una maldición…?
Estaba atado a uno de los extremos de la habitación; no había luz ni puertas ni ventanas; lo único que había eran goteras. Trataba de salir de ahí golpeando las paredes; pero no podía escapar y, semana tras semana, todo se volvía más confuso.
El techo y el piso empezaron a juntarse, las goteras formaron charcos y los charcos inundaron la habitación. Para esa altura, su cuerpo ya era una completa deformidad, los pulmones estaban a punto de explotarle dentro del tórax y no encontraba la manera de seguir viviendo dentro de ese cuartucho, cada vez más pequeño. El agua empezaba a cubrirlo y la incomodidad era total. Hacía bastante que no dormía, no sabía en qué posición ponerse para poder descansar. Con mucho esfuerzo giró, ayudado por sus manos y por sus pies… con ganas de llorar, desesperado, y…

Justo en ese momento, nació.